sábado, 7 de noviembre de 2009

Comamos lo que somos


Comemos con los ojos, con la boca, con la nariz, con las manos y hasta con los oidos. Hay crujidos muy divertidos. ¿Has comido alguna vez con la nariz tapada? Ese chocolate tan rico de repente no sabe a nada. Y reconocer algunos sabores con los ojos vendados tampoco es facil. Estas son algunas de las maneras de volver al gusto original de los alimentos que propone slow food a los más pequeños.
Educar el paladar es una de los mejores regalos que se puede dar a un niño. Liberarle de esas calorias vacias que nos impone el mercado a base de fierisimas e insistentes campañas de marketing y de etiquetas estudiadas para mentes infantiles. ¿Sabias que el rojo les vuelve locos? Y ¿que el verde no? Y la mentira no basta con estar fuera sino que dentro se afianza. Los snacks y las chocolatinas atraen y enganchan a las papilas gutativas con falsos mensajes ya que el valor nutritivo es casi nulo. Y esos niños alimentados de calorias vacias crecen con el cerebro vacío y son totalmente vulnerables al mercado, a la publicidad y al capricho de las multinacionales.

¿Y por que tenemos nosotros que comer esos inventos americanos o peor aun, sus imitaciones nacionales? ¿Que pasa con los alimentos que nos da la naturaleza? ¿Que pasa con la historia que hay detras de cada plato cocinado? Las especias y papas que llegaron de la India; la miel en la cocina, que tanto gustaba al pueblo arabe. Si desgranamos cualquiera de nuestros platos encontrariamo ricas historias de intercambios humanos y de cultivo.

Un paladar educado no se traga cualquier cosa, como una mente cultivada. Siempre buscará lo mejor. Lo que realmente le haga bien y feliz.

Esta iniciativa de Slow Food entronca absolutamente con la filosofía de la cultivada e intentaremos ponerla en práctica organizando talleres para devolver al ser humano la riqueza que ancestralmente le pertenece y que el capitalismo mordaz y el bolsillo de unos pocos desalmados pretenten robarnos.

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